Un tema actual y urgente como la violencia de género, hace de este espectáculo de la Compañía Docecanciones, un teatro de autor con la dosis necesaria de reflexión y realidad contemporánea.
*Mía, desde la visión del autor Miguel Valiente*
Comencé a escribir Mía antes de tener muy claro en mi mente cuál iba a ser el desarrollo de la obra. Mía había sido un encargo que yo había aceptado, si no con recelo, sí con una cierta aprensión de no ser capaz de llevar a cabo adecuadamente semejante cometido. Por eso, dejé que fueran surgiendo, un poco al azar, ciertas sensaciones y sentimientos, expresados en frases que fueran dando cuerpo a una dramaturgia.
Al cabo de un par de páginas de meros balbuceos, llegué a la conclusión de que, para escribir sobre la violencia de género debía dejar hablar a la víctima, a Elvira. Y, sobre todo, tuve muy claro que debía huir de la fácil tentación de caer en el panfleto, en el sesudo análisis social, en la condena obligada pero fácil. Todas esas cosas: la indignación ante el sufrimiento y la injusticia, la reprobación de la violencia machista, tenían que surgir en la mente del espectador viendo y escuchando a la víctima. Y la víctima tenía que aparecer en el escenario con toda su fragilidad, con su miedo y también con sus dudas, sus debilidades.
Debo admitir que no me resultó fácil en un primer momento. Sobre todo, porque, aun sintiendo una repugnancia y un desprecio profundos por la cobardía implícita en la violencia machista, había –hay– en mí dos condiciones que no puedo eliminar de un plumazo: la primera es que soy varón; la segunda es que nunca he sido víctima de ninguna violencia, como no sea alguna que otra bofetada recibida de la mano de algún cura sádico en mi niñez escolar.
Así que me puse a escuchar a Elvira. La dejé hablar delante de una cámara de vídeo. Y la obra fue surgiendo, ella sola, de su boca, de su corazón, de sus recuerdos doloridos, de sus entrañas… Y al final, le dejé una puerta abierta a la esperanza. Eso es todo. Eso es Mía.
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